jueves, 25 de junio de 2009

Sanshiro. Natsume Söseki


No aprendo, está claro. Me engancho con Tanizaki. Me enredo con Murakami. Y me pierdo con Soseki. Y al final y por ese orden, confieso la inconfensable realidad de que por mucho que me esfuerce, no me interesa ni lo más mínimo lo que en materia literaria algunos hijos del sol naciente tengan que contarme. Y ya está. Sin complejos, sin escusas, sin leches en vinagre, no pasa nada, coñe. Ya está, ya lo he dicho.

No me preocupa, porque con ellos sí me veo compartiendo su faceta más brutal, carnal y descarriada. Junji Ito, Suehiro Maruo o Hideshi Hino son grandes para mi, y es que su vertiente de comic gore me resulta más atractivo que algunos de sus soporíferos engendros literarios. Y es que Sanshiro es tan aburrido que me indigna, lo siento. Si, entiendo lo que me cuenta, el problema es que no me interesa. Su crítica a los petardos nipones, su edulcorada historia de amor y la supuesta base humorística que dirige la novela me produce bostezos. Igual dentro de diez o veinte años cuando sea serio no será asi, pero ahora que creo segir teniendo un espíritu joven, he descubierto con estupor que prefería mirar a la señora de enfrente en el vagón de metro que leer, y eso no es bueno. Para mi por lo menos.

No soy guay lo se, porque ahora mola todo lo de allí. Pero lo siento, porque para coñazos prefiero tragarme a Proust, Joyce o Faulkner. Eso si, el susy me mola, Toriyama y su bola de dragón más, y cuando tenga pasta, me escaparé al festival animé de tokio a disfrutar con las hentai niponas y sus promesas sensuales. Pero de momento literariamente, me quedo con lo de aquí. Perdonad mi sinceridad.

No obstante y a pesar de todo lo dicho, más enriquecedor que cosas como las del difunto Stieg Larsson sospecho que es. Por supuesto como siempre, sólo es una opinión. Crea la tuya.