domingo, 25 de octubre de 2009

Leyendo El Lector de Schlink


No es este un post sobre la afamada película de Stephen Daldry, sino sobre la novela. Aunque tambiés sobre la película, pero menos. Se trata de un bestseller publicado hace ya unos cuantos años, que habla sobre el perdón. Para ello, establece un prometedor punto de partida en la que cuestiona la posibilidad de una relacion entre una madura mujer de 40 y muchos años, y un mozuelo de diecialgunos. Posible y creible pero no punible es la respuesta popular, aunque la imperiante mentalidad masculina, o machista mejor dicho, la tolera y admite sin problemas. Supongo que el caso contrario no funcionaría de igual forma. Véase sino el Lolita de Nabokov que todavía hoy en dia sigue levantando alguna que otra ampolla. Pero esto solo es la excusa. Lo que de verdad cuestiona es de si la inacción del pueblo alemán le exime de su responsabilidad con el holocausto.


No existen normas sobre el amor, eso dicen, salvo que se confunda amor y sexualidad, o ambas cosas se fundan en una. Tampoco existen normas lógicas sobre cualquier tipo de filiación, ya sea patriótica, deportiva, musical, religiosa o colomobofílica. El joven protagonista siente un amor similar al que algunas personas puedan sentir por una ideología, pero el problema llega con el desencanto; el desengaño conduce a la venganza o a la verguenza. La duda es cual de los dos caminos a seguir. La ignoracia consentida en la persona del otro, ya explorado por Bertolucci en el Ultimo Tango en París, tampoco ayuda mucho sino que agrava. Pero no quiero ir por ahí, no ahora.

No puedo evitar pensar en lo diferente del lenguaje literario y cinematográfico. En la versión fílmica, ella cobra un protagonismo personal que nada tiene que ver con la novela, en la que simboliza a esa alemania silenciosa que ignora y niega la realidad, o sencillamente, la justifica. El joven amante representa la nueva alemania enfadada por definicion con sus padres, y que encuentran en el holocausto la purga ideal para dar rienda suelta a su natural rebeldía adolsecente. Y la conclusión es que no, no hay perdón. Como bien dice en uno de sus párrafos, es mejor morir que permitir vivir así, aunque sean en su modalidad del suicidio o de sentencia. Aunque por supuesto, de forma implicita apunta por el tema del olvido. Olvidar es una forma de perdonar sin hacerlo.

No pierdes nada si lees la novela o ves la película. De igual forma, tampoco pasa nada sino lo haces. Eso si, Schlink sin ser un gran narrador hace amena la lectura de su novela. Y por supuesto Kate Wisley está sencillamente adorable en la película. Tú decides...